Encontrar un equilibrio que nos ponga a salvo de las presiones externas y de nuestras propias desmesuras, de las encrucijadas irreductibles y de otras trampas de nuestra conciencia, es la gran meta de cualquier lector, y el autor lo sabe. Por eso nos conduce con mano segura a través de ese laberinto existencial hasta los últimos tramos de su exposición, donde incluso se permite la licencia de recordarnos «Desiderata», aquel poema de Max Ehrmann, que tuvo varias versiones, que fue un emblema del hipismo y que nuestras amigas de la primera juventud tenían invariablemente pegado en las paredes de sus cuartos.
López Rosetti llevó la filosofía, la ciencia y la historia al consultorio. Y luego sacó el consultorio a la calle. Cada uno de sus libros me ha acercado un poco más a ese gran desconocido que soy. Su palabra es un acto médico: cura.
Del prólogo de Jorge Fernández Díaz